El uso compartido de bicicletas deja más de 300 millones anuales en beneficios para Europa

El bikesharing descongestiona las ciudades y evita la emisión de 46.000 toneladas de CO₂ al año.

El estudio elaborado por la consultora EY, en colaboración con EIT Urban Mobility y Cycling Industries Europe (CIE), ha demostrado que el sistema de bicicletas compartidas no solo es una solución de movilidad sostenible, sino una fuente de beneficios sociales, económicos y ambientales.

Según los datos, estos sistemas generan anualmente 305 millones de euros en beneficios en toda Europa, situando al bikesharing como una de las inversiones más rentables que una ciudad puede realizar.

Por primera vez, se han medido con precisión los efectos beneficiosos que aporta el uso compartido de bicicletas. En términos ambientales, las cifras son contundentes: se evitan 46.000 toneladas de emisiones de dióxido de carbono al año, junto con 200 toneladas de otros contaminantes atmosféricos nocivos.

La apuesta por la movilidad activa se traduce en una mejor calidad del aire, menos ruido, y entornos urbanos más agradables.

Los beneficios no se detienen ahí. En el terreno sanitario, el reemplazo de desplazamientos en coche por trayectos en bicicleta ayuda a prevenir 1.000 enfermedades crónicas cada año, una cifra que se traduce en 40 millones de euros en ahorro sanitario.

Pero también hay un componente económico: las bicicletas compartidas ahorran 760.000 horas anuales perdidas en atascos, lo que representa unos 30 millones de euros en productividad recuperada.

Además, el sistema contribuye de forma directa a la generación de empleo, con más de 6.000 puestos de trabajo en toda Europa.

Uno de los datos más impactantes del estudio es la relación entre inversión pública y retorno social. Por cada euro que una ciudad invierte en sistemas de bicicletas compartidas, se generan 1,10 euros en beneficios mensurables, es decir, un retorno del 10%.

Pero las previsiones a medio plazo son incluso más ambiciosas: si los gobiernos e instituciones intensifican su apoyo a este modelo, el retorno podría alcanzar el 75% anual en 2030, una cifra que cambia radicalmente el marco de decisión política.

De cumplirse estos objetivos, los beneficios podrían alcanzar los 1.000 millones de euros anuales, evitando 224.000 toneladas de CO₂, previniendo más de 4.200 enfermedades crónicas y generando casi 13.000 empleos.

Este crecimiento no es fruto de la casualidad. Se sostiene en cuatro pilares fundamentales:

  • El aumento de la demanda motivado por la urbanización y la mayor conciencia medioambiental.
  • El apoyo institucional, que permite ampliar cobertura y mejorar infraestructuras.
  • La electrificación progresiva de las flotas, que responde a la comodidad exigida por los usuarios; y
  • La expansión territorial, que está llevando el bikesharing más allá del núcleo urbano hacia municipios periféricos y zonas con baja cobertura de transporte público.

En el contexto europeo, España ocupa una posición destacada en el desarrollo del bikesharing. Operadores como Serveo, Nextbike y Lime lideran la implantación de estos sistemas en múltiples ciudades.

Serveo, por ejemplo, gestiona más de 22.000 bicicletas distribuidas en casi 1.700 estaciones. Está detrás de los dos sistemas más grandes del país: BiciMAD en Madrid, con 8.847 bicicletas eléctricas y 629 estaciones, y Bicing en Barcelona, con 7.608 bicicletas y 525 estaciones.

También gestiona redes en Zaragoza, Bilbao, A Coruña, Valladolid y Rivas-Vaciamadrid. Destaca especialmente el caso de BilbaoBizi, que junto a Bicing, lidera el ranking europeo de eficiencia, medido en número de viajes por bicicleta y día, según el CIE.

Nextbike, por su parte, está presente en más de 36 municipios españoles, con sistemas como AMBici en el área metropolitana de Barcelona (hasta 2.500 bicicletas eléctricas), BiciPalma, Getxobizi, Bizkaibizi, Mislata o Santanderbici. Incluso municipios pequeños como Ontinyent, Arteixo o León están integrando estos modelos.

Lime, otro actor clave, opera una flota de bicicletas eléctricas de cuarta generación, con anclajes electrónicos y geolocalización, principalmente en Barcelona y Sevilla.

Este despliegue no solo mejora la movilidad, sino que está permitiendo integrar barrios tradicionalmente desconectados, generar empleo local y mejorar la calidad de vida de los ciudadanos.

Las voces expertas coinciden en que el bikesharing ha superado la fase de tendencia. Para Nick Brown, director ejecutivo de Velogik UK y uno de los responsables del estudio, esta es “una de las inversiones más inteligentes que una ciudad puede realizar”.

Destaca que ya no se trata solo de pedalear, sino de generar un retorno económico medible, tanto para las arcas públicas como para los ciudadanos.

Desde Cycling Industries Europe, su directora de políticas, Lauha Fried, va más allá: “El uso compartido de bicicletas ya no es solo un coste; es una inversión con beneficios tangibles: menos emisiones, aire más limpio, mayor productividad y una población más sana”.

También desde el EIT Urban Mobility, Bernadette Bergsma subraya el carácter estructural de esta transformación: “Cada euro invertido en bicicletas compartidas refuerza la salud pública, mejora la eficiencia del transporte y dinamiza la economía local”.

La expansión futura de estos sistemas dependerá de una planificación bien fundamentada. El estudio identifica la necesidad de políticas coherentes, financiación estable, integración con el transporte público y un enfoque basado en datos.

También será crucial consolidar la confianza ciudadana con sistemas fiables, bicicletas bien mantenidas y apps de gestión que faciliten la experiencia de usuario.

El bikesharing ha dejado de ser una alternativa para convertirse en una pieza clave del futuro urbano. Las ciudades que entiendan esta transformación no solo ofrecerán una movilidad más sostenible, sino también más equitativa, saludable y económicamente sólida.

Etiqueta: noticias sobre bicicletas eléctricas. Informe: eiturbanmobility