La bajada del precio de las baterías de litio convierte al coche eléctrico en la alternativa mas rentable a la hora de comprar un coche.

Durante años, uno de los argumentos más repetidos por los detractores del coche eléctrico ha sido el coste de la batería, tanto en la compra inicial como en su hipotética sustitución.
La idea de que, una vez agotada su vida útil, reemplazar una batería equivaldría a firmar la sentencia de muerte del vehículo eléctrico se ha instalado con fuerza en muchos conductores.
Sin embargo, la realidad ha cambiado de forma radical, y lo ha hecho tan rápido que muchos no han tenido tiempo de asimilarlo.
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A día de hoy, cambiar la batería de un coche eléctrico ya es, en muchos casos, más barato que sustituir el motor de combustión de un coche tradicional.
Este giro inesperado en los costes puede ser el empujón definitivo hacia la masificación del coche eléctrico, pero al mismo tiempo plantea preguntas incómodas que merecen ser analizadas.
La caída del precio de las baterías de litio no solo está afectando al coste de fabricación de nuevos modelos. Lo que está ocurriendo empieza a tener un impacto real y directo en el mantenimiento y la vida útil de los coches eléctricos que ya circulan.
Según los últimos datos, el precio por kilovatio hora ha descendido a niveles que eran impensables hace apenas un año. En septiembre pasado, las baterías se situaban en torno a los 66,5 dólares por kWh.
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Hoy, las cifras que se están manejando en algunos packs de baterías LFP (litio-ferrofosfato) rozan los 45 dólares por kWh, una caída que ha pillado por sorpresa a toda la industria.
Este cambio brutal en la estructura de costes redefine las reglas del juego. Tomemos un ejemplo muy claro: una batería LFP de 60 kWh, suficiente para alimentar muchos de los modelos eléctricos actuales, puede costar ahora aproximadamente 3.600 dólares.
Una cifra que contrasta con el coste medio de cambiar un motor de combustión interna, donde la factura total, incluyendo mano de obra y piezas, suele oscilar entre 4.000 y 6.000 euros, pudiendo superar con facilidad los 7.000 euros en motores modernos, especialmente si hablamos de vehículos premium o si el daño implica también sistemas auxiliares como la caja de cambios.
La pregunta que muchos conductores se están haciendo es evidente: si cambiar la batería de un coche eléctrico empieza a ser más barato que arreglar el motor de un coche de gasolina o diésel, ¿sigue teniendo sentido la idea de que los eléctricos no son rentables a largo plazo?.
Durante mucho tiempo se instaló el miedo a que, tras varios años, la batería se degradara hasta el punto de inutilizar el vehículo. Sin embargo, las cifras actuales comienzan a desmontar ese argumento, y lo hacen con datos concretos.
Lo que antes era visto como un problema insalvable ahora se está convirtiendo en una simple operación de mantenimiento, incluso más barata que las reparaciones habituales de coches de combustión.
El coste de sustituir una batería está cayendo con tanta rapidez que ya hay talleres especializados ofreciendo cambios de batería por precios muy competitivos.
Además, las tecnologías actuales permiten extraer y reemplazar módulos concretos de las baterías, lo que reduce todavía más la factura si no es necesario cambiar el paquete completo.
Por si fuera poco, esta bajada de precios no es solo una cuestión técnica. Ya se está reflejando en el mercado de segunda mano, donde los coches eléctricos comienzan a tener una mejor proyección de valor residual porque el coste de renovación de la batería deja de ser una amenaza tan costosa.
El miedo a comprar un coche eléctrico usado, que hasta hace poco parecía una lotería, empieza a disiparse cuando el precio de una batería de reemplazo no arruina el bolsillo.
Pero este cambio tan profundo no está exento de matices y no todos los expertos ven el futuro con la misma claridad. Desde Motorpasión advierten que la bajada drástica del precio de las baterías, impulsada principalmente por la sobreproducción china, puede tener un coste oculto.
Si Europa y Estados Unidos se vuelven excesivamente dependientes de las baterías baratas procedentes de China, el riesgo a medio y largo plazo es evidente: precios artificialmente bajos hoy que podrían subir de nuevo cuando la dependencia sea total. Además, existe la duda de si estos precios tan bajos pueden llevar a una reducción en la calidad o en la inversión en nuevas tecnologías.
Mientras Europa aplica aranceles agresivos para frenar la avalancha de coches eléctricos baratos fabricados en China, el consumidor se encuentra en una situación peculiar: por un lado, ve cómo el precio de las baterías cae y, por otro, se enfrenta a barreras comerciales que pueden encarecer los modelos accesibles. La política, en este caso, choca frontalmente con el avance tecnológico.
En cualquier caso, lo que está claro es que la ecuación económica ha cambiado por completo. La batería, que durante mucho tiempo fue el talón de Aquiles del coche eléctrico, se está convirtiendo en una ventaja competitiva frente a los motores de combustión interna, no solo en coste inicial sino también en costes de mantenimiento y reparación a lo largo de la vida útil del vehículo.
El caso del motor de combustión es especialmente llamativo porque sus reparaciones importantes no solo son caras, sino también imprevisibles.
Un fallo en el turbo, un problema serio de culata, una rotura del cigüeñal o incluso averías recurrentes en la gestión electrónica pueden generar facturas que superan con facilidad los 5.000 euros.
Por supuesto, no todo el parque de coches eléctricos está afectado por esta tendencia. Los modelos más antiguos, con arquitecturas de batería menos eficientes y con difícil acceso a recambios específicos, siguen teniendo un coste de sustitución elevado.
Pero el panorama para los eléctricos actuales y futuros es radicalmente distinto. Incluso fabricantes como BYD, Tesla o Volkswagen ya están trabajando en plataformas diseñadas para facilitar el reemplazo modular de baterías, lo que reducirá aún más el coste y el tiempo de intervención.
Todo esto cambia radicalmente la percepción del coche eléctrico como una inversión a largo plazo. Si un usuario sabe que, tras 8 o 10 años, podrá cambiar la batería por un precio más bajo que arreglar el motor de su viejo coche de combustión, la barrera psicológica se derrumba.
La cuestión ya no es si el coche eléctrico es más caro, sino si el coche de combustión sigue teniendo sentido en un escenario donde sus reparaciones más graves serán más costosas que las de un eléctrico.
El desplome del precio de las baterías de litio, hasta alcanzar los 45 dólares por kWh, no solo está permitiendo fabricar coches eléctricos más baratos.
Está rompiendo un mito profundamente arraigado: que cambiar una batería era una operación inasumible. Hoy, esa operación empieza a ser más barata que abrir un motor de gasolina o diésel y devolverlo a la vida.
Es evidente que este tema va a generar debate: ¿Se ha eliminado ya la última gran ventaja que les quedaba?. Lo que parece innegable es que la partida ha cambiado, y ahora es la combustión la que empieza a jugar en desventaja.
Etiqueta: Baterías coche eléctrico.



