Uber quiere adelantarse a Tesla y Waymo con su nueva flota de robotaxis fabricados por Lucid.

Esta alianza no solo supone una inyección de capital, sino que marca una estrategia ambiciosa para diseñar, fabricar y operar flotas autónomas bajo la marca de la app.
Uber anunció la compra de aproximadamente 300 millones de dólares en acciones de Lucid Motors, lo que representa alrededor del 3 % del capital de esta firma dedicada a la fabricación de vehículos eléctricos.
Esta participación convierte a Uber en un actor directo en la cadena de valor de los coches autónomos, desde su producción hasta su operativa en las calles.
La noticia, difundida el 18 de julio, aceleró la subida del precio de las acciones de Lucid en Wall Street, donde se registró un incremento cercano al 30 %.
La base de esta alianza es la fabricación de la versión SUV del modelo Gravity, desarrollada específicamente para Uber.
El acuerdo establece que, a partir del segundo semestre de 2026, y durante seis años, Uber se compromete a adquirir al menos 20 000 unidades autónomas de este SUV.
No se trata de un pedido puntual o experimental, sino de un compromiso robusto que apuntala el lanzamiento de una flota comercial de robotaxis bajo su marca.
La tecnología autónoma que implementarán estos vehículos no es obra exclusiva de Lucid. Uber también ha invertido en Nuro, una startup especializada en software para conducción autónoma, que ya colabora con Lucid en pruebas de prototipos.
Hasta el momento, estas pruebas se han realizado en un circuito cerrado en Las Vegas, un entorno ideal para ajustar la comunicación entre vehículos, la reacción a escenarios imprevistos y la seguridad de los pasajeros.
La sinergia entre Uber, Lucid y Nuro combinará la experiencia en fabricación de Lucid, el talento en software de Nuro y la plataforma global de Uber.
Para finales de 2026, Uber planea iniciar un despliegue piloto en una “gran ciudad estadounidense” cuya identidad no ha sido revelada.
Aunque Uber ya colabora con Waymo en servicios en ciudades como Atlanta y Austin, estos se basan en continuar operando los vehículos autónomos de la competencia.
La diferencia crucial aquí es que ahora Uber tendrá bajo su control toda la cadena: desde el diseño, la producción y el software, hasta la plataforma de reserva.
El objetivo es claro: poder ofrecer tarifas más competitivas, un control total del servicio y una ventaja operacional sustancial frente a otros actores.
En el mercado de desarrollo de taxi autónomo, los nombres más destacados hasta ahora han sido Waymo, filial de Google, con un sólido posicionamiento en Estados Unidos que incluye pruebas públicas y servicios limitados abiertos al público.
Tesla, por su parte, lanzó su primer taxi autónomo a finales de junio en Austin, Texas. Aunque se trata de un despliegue en un perímetro restringido y con pocas unidades, representa un hito al ser el primer servicio comercial de robotaxis propio por parte de un fabricante.
Ahora Uber asume un papel distinto: no solo operará el servicio, sino que producirá los vehículos. Pierde el rol de comprador y pasa a ser competidor activo en la industria.
La alianza con Lucid se produce en un momento que muestra la consolidación de la industria automotriz eléctrica. Lucid ha destacado por sus baterías de alta eficiencia, autonomía de más de 500 millas en algunos modelos y un diseño elegante.
El Gravity será el primer SUV cuantioso de su catálogo, y adaptar su tecnología al transporte autónomo implica un desafío técnico.
No es solo mover sensores y cambiar el software: significa rediseñar la arquitectura del vehículo para una conducción sin conductor, reforzar sistemas de redundancia, gestión térmica, seguridad funcional y, por supuesto, pasar todos los estándares regulatorios y de homologación.
Estas transformaciones requieren inversión y tiempo. Y así, Uber no solo compra acciones: destina capital a Nuro, comprometido con diseñar el cerebro de estos vehículos, pasando por sistemas LIDAR, cámaras, radar y algoritmos complejos de visión artificial.
De este modo, Uber intenta adelantarse en la curva tecnológica y no depender completamente de terceros para operar su flota. Al mismo tiempo, asume el peso de invertir y coordinar tres actores con especializaciones diferentes.
Una gran incógnita persiste respecto al coste del servicio para el usuario. En teoría, la eliminación del conductor humano debería reducir significativamente las tarifas, acercando los precios a una fracción de lo que una carrera convencional cuesta hoy.
Sin embargo, el ahorro dependerá de variables como el precio final del Gravity autopilotado, los costes de mantenimiento, seguros, sueldos técnicos de supervisión en remoto y los márgenes que se quiera aplicar.
Uber, que históricamente ha equilibrado entre subsidios, tarifas variables y recortes en comisiones a conductores, deberá trazar una estrategia sabia para que el servicio sea rentable, atractivo y escalable.
Otro aspecto relevante es la regulación. Aunque las pruebas en circuitos cerrados y en ciudades como Atlanta o Austin muestran avances, el uso masivo en entornos públicos requiere permisos especiales.
Cada municipio o estado aplica regulaciones distintas: algunos permiten pasajeros, otros solo carga; algunos exigen conductor de respaldo, otros no.
El plan de Uber para finales de 2026 implica obtener autorización suficiente en la ciudad elegida. Pero también significa trabajar en el marco legal, colaborar con legisladores y autoridades locales, y demostrar que la flota es segura.
El anuncio también es un guiño para la inversión. Activar 300 millones en acciones de Lucid no solo refuerza su imagen, sino que muestra a los inversores que Uber está construyendo un futuro donde no depende de terceros.
Para Lucid, una cita como Uber en su accionariado inspira confianza: su capitalización puede crecer, su presencia en Estados Unidos ganar terreno y su futuro ser más sólido.
Para Nuro, esta asociación impulsa su posicionamiento como desarrollador de software de conducción autónoma para flotas comerciales.
Desde el punto de vista de Uber, esta apuesta estratégica puede redefinir su modelo de negocio. Hasta ahora, su plataforma era una red que conectaba conductores y usuarios.
Al fabricar y controlar los vehículos, se dirige a un modelo de asset-light plus, dejando conducir a máquinas ejecutadas por su propio software.
Esto genera mayores requerimientos financieros, tecnológicos y regulatorios, pero también abre la puerta a tarifas más bajas y un control completo de la experiencia de usuario.
Además, recoge los beneficios de reducir los costes de comisión y eliminación de intermediarios y, a largo plazo, la posibilidad de generar ingresos derivados de datos, logística y gestión de flotas.
Esto no significa que Uber abandone su enfoque actual: sus acuerdos con Waymo y la colaboración con conductores humanos como trabajadores autónomos seguirán vigentes.
La apuesta por Lucid es una vía paralela, quizá creciente, que se visualizará primero en grandes urbes y, si tiene éxito, se replicará globalmente.
En Europa, resto de países del continente americano y otras regiones, la estrategia dependerá de la adopción de vehículos eléctricos, regulaciones locales y asociación con fabricantes o startups.
La apuesta de Uber llega en un momento competitivo: Waymo ya ha desplegado cientos de vehículos sin conductor en ciertas áreas; Tesla prueba su servicio en Austin con conductores y supervisión remota.
Startups como Cruise, respaldadas por General Motors, Norsk, Amazon, entre otras, también investigan. Cada actor busca una línea de negocio autónoma que funcione.
Uber aspira a que su triple alianza con Lucid y Nuro no sea solo otra flota piloto, sino un camino escalable y rentable al transporte sin conductor.
Uber entra en un terreno delicado: el del cambio de paradigma en movilidad. Si lo gestiona con inteligencia, puede consolidarse como pionero. Si comete errores de comunicación, regulación o tecnología, la imagen arriesga quedar perjudicada.
Este movimiento puede significar un antes y un después en la movilidad urbana. Una inversión que no solo compraventa acciones, sino que busca redefinir cómo nos movemos, cómo consumimos transporte, y quién controla la cadena detrás de cada viaje.
Mantendremos la atención para ver en qué ciudad se activa el primer servicio, cómo evoluciona la tecnología durante 2026 y cómo responden los reguladores y usuarios.
Y, por supuesto, será decisivo ver si esta alianza se convierte en una alternativa viable frente a los modelos actuales y si termina reconfigurando la forma en que concebimos la movilidad automatizada.
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