China quiere seguir su expansión internacional para liderar el mercado del automóvil y su punta de lanza en Europa ya tiene nombre: Hungría.

En un movimiento que ha sorprendido a muchos, BYD, el mayor fabricante de vehículos eléctricos del mundo, ha anunciado que establecerá en el país centroeuropeo su principal base de operaciones para el Viejo Continente.
Un golpe en la mesa de Wang Chuanfu, CEO de la compañía, que refuerza la idea de que la expansión de BYD en Europa es imparable y, sobre todo, estratégica.
Desde 2016, BYD ya había comenzado a tejer su red en Hungría. En la localidad de Komaron, situada al norte del país, la compañía produce autobuses eléctricos que circulan por diversas ciudades europeas.
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Esa primera incursión en territorio húngaro era solo el preludio de lo que vendría después: un centro neurálgico que no solo se dedicará a la producción de vehículos, sino también al desarrollo y prueba de nuevas versiones adaptadas al mercado europeo, además de servicios postventa.
El anuncio, realizado por el propio Wang Chuanfu en una conferencia de prensa junto al primer ministro húngaro, Viktor Orban, confirma que Hungría será el epicentro de sus operaciones europeas.
La elección de Hungría no es casual. A diferencia de Alemania, que suele ser el destino preferido de los fabricantes automovilísticos por su infraestructura y tradición industrial, BYD ha optado por un país que ofrece menores costes operativos, ventajas fiscales y una colaboración gubernamental estrecha.
Viktor Orban se ha mostrado como un aliado clave para el gigante chino, facilitando un marco regulatorio ágil y beneficios fiscales que han atraído no solo a BYD, sino también a otros fabricantes asiáticos.
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El resultado de esta sinergia se traduce en la creación de 2.000 nuevos empleos directos, un impulso considerable para la economía local.
Wang Chuanfu, un hombre que se deja ver poco en público pero que mueve los hilos de la compañía desde las sombras, ha subrayado la importancia de este nuevo centro. No se trata solo de ensamblar vehículos, sino de convertir a Hungría en un centro de pruebas y validación para todos los modelos de BYD que desembarquen en Europa.
Esto significa que cualquier automóvil eléctrico de la marca que circule por las carreteras europeas pasará antes por Hungría, donde será ajustado a los estándares locales y optimizado para un mercado cada vez más exigente.
La expansión no se detiene ahí, paralelamente, BYD ha anunciado la construcción de una segunda planta en Turquía. Un movimiento igualmente calculado para aprovechar la estratégica ubicación del país, uniendo Europa y Asia y permitiendo un acceso más fluido a ambos mercados.
Con estas dos fábricas en funcionamiento, BYD se libera de los aranceles impuestos por Europa a las importaciones chinas, lo que no solo agiliza el proceso de comercialización, sino que, además, permite reducir los costes de los vehículos.
La estrategia está clara: producción local para evitar barreras comerciales y, al mismo tiempo, ampliar su cuota de mercado en un continente que intenta frenar, sin éxito, el avance chino.
Alemania, considerada durante mucho tiempo el bastión europeo del automóvil, se ha visto relegada por la apuesta de BYD por Hungría. Esto podría marcar un antes y un después en la distribución de fuerzas dentro de la industria europea del motor.
Si bien Alemania sigue siendo el mercado más grande y potente, la jugada de BYD podría desencadenar un efecto dominó, atrayendo a más fabricantes a países del Este con menores costes y mayor flexibilidad normativa.
El futuro de BYD en Europa parece estar firmemente asentado en el corazón de Hungría, mientras que los grandes titanes europeos observan desde sus oficinas en Múnich y Stuttgart.
La pregunta que queda en el aire es si esta apuesta por el centro de Europa será suficiente para desafiar el dominio tradicional de las marcas alemanas o si, por el contrario, desencadenará una nueva era en la que los chinos no solo compitan, sino que dominen.