El CEO de Skoda: «El cliente debe decidir el futuro, no los gobiernos»

Klaus Zellmer analiza en una entrevista el futuro del automóvil en Europa y de Skoda.

Desde Praga, el CEO global de Škoda, Klaus Zellmer, ha lanzado un mensaje que no pasará desapercibido en un sector automovilístico cada vez más polarizado: el futuro de la movilidad será eléctrico, sí, pero no debe imponerse de espaldas al consumidor.

Un aviso claro para quienes abogan por enterrar de forma inmediata cualquier alternativa al coche eléctrico y para aquellos que defienden a ultranza motores que ya no responden al reto ambiental del siglo XXI.

“El enemigo es el CO₂, no la tecnología”, sentencia Zellmer, en un tono que rompe con la narrativa dominante en Europa y que viene respaldado por cifras sólidas.

Škoda ha cerrado el primer semestre del año con un incremento del 14% en sus ventas respecto al año anterior, consolidándose como la tercera marca más vendida en el continente.

El mérito, según el propio Zellmer, no reside en haber apostado ciegamente por un único tipo de propulsión, sino en ofrecer un abanico de opciones donde eléctricos, híbridos enchufables, Mild Hybrid e incluso motores diésel siguen teniendo su espacio.

Lejos de aceptar la visión binaria que enfrenta eléctricos contra combustión, Zellmer defiende el pragmatismo industrial y comercial. “Lo importante es escuchar al cliente.

Cumplimos con los objetivos de CO₂, pero también respetamos las preferencias del mercado. Tenemos ahora un margen de tres años que da algo de oxígeno a la industria y a los consumidores”, explica, poniendo el foco en que esta transición debe ser razonable y realista.

Su mensaje resulta especialmente incómodo para los sectores más dogmáticos, tanto los que pretenden electrificarlo todo sin mirar costes ni infraestructuras, como para aquellos que siguen negando la evolución tecnológica.

Zellmer lo expresa de manera clara: “La transición eléctrica no debe frenarse, pero tampoco imponerse. Se necesitan precios competitivos, recarga accesible y coches atractivos. No se trata de imponer porque sí: el futuro será eléctrico por razones de eficiencia, pero el camino lo debe decidir el consumidor”.

Este planteamiento matizado contrasta con otros discursos en la industria, donde a veces se evita siquiera mencionar los motores de combustión como si fueran un fósil incómodo.

Zellmer defiende una estrategia donde cada tecnología encuentre su lugar en función de su capacidad real de contribuir a la reducción de emisiones. “Si podemos usar e-fuels o biocombustibles que reduzcan emisiones, deben permitirse. En 2030, la mayoría del parque móvil seguirá siendo de combustión.

No podemos ignorarlo”, añade, consciente de que el cambio será gradual y que no todos los países, ni todos los clientes, podrán afrontar el salto al eléctrico puro al mismo ritmo.

Pero el discurso de Zellmer va más allá del ámbito tecnológico. En su análisis aparece también un mapa geopolítico complejo, con la amenaza china como uno de los factores determinantes para el futuro de la automoción en Europa.

“China está claramente en una misión de expandir su presencia global. Tienen más capacidad de producción de la que necesitan para su mercado interno, por lo que necesitan exportar”, alerta.

Si bien Estados Unidos se ha cerrado a la entrada masiva de coches chinos, Europa se presenta como un destino lógico para estos fabricantes, gracias a su infraestructura y potencial de márgenes.

Pero la realidad que expone Zellmer es contundente: “Europa es un mercado saturado. Cada coche chino que se venda aquí es un cliente que pierde un fabricante europeo. Las tendencias de aislamiento y proteccionismo nos afectan de manera especial. Europa es nuestra región más importante y será extremadamente competitiva”.

En este contexto, Škoda también tiene una baza estratégica importante en España, donde fabricará su nuevo SUV eléctrico, el Epiq. “España es muy atractiva por varias razones. En este caso concreto, las sinergias dentro del grupo Volkswagen-Cupra-Škoda, junto con el talento local y el apoyo del gobierno español, han sido determinantes”, explica Zellmer.

Esta colaboración permitirá producir en Navarra un vehículo clave para la marca, aprovechando economías de escala y reduciendo costes.

Aunque de momento no hay planes de nuevos modelos en España, el CEO de Škoda deja claro que las condiciones que hicieron posible esta apuesta siguen vigentes: talento cualificado, colaboración institucional y ventajas industriales que refuerzan la competitividad.

El discurso de Zellmer no pasa por alto tampoco el papel de las nuevas tecnologías. Lejos de dejarse llevar por la moda, el CEO de Škoda pone a cada innovación en su sitio.

El hidrógeno, en su opinión, tendrá sentido en barcos y aviones, pero no en el automóvil particular a corto plazo.

La conducción autónoma y la inteligencia artificial prometen transformar la experiencia de conducción, pero todavía tienen que demostrar su valor en vehículos asequibles, para que dejen de ser tecnologías elitistas y lleguen al grueso del mercado.

Un aspecto que resalta y que podría resultar incómodo para las autoridades europeas es su diagnóstico sobre la burocracia y las regulaciones actuales: “No hay que regular modelos concretos, sino reducir la burocracia.

Europa necesita una reforma regulatoria para ser competitiva. Hoy perdemos demasiado tiempo en trámites”, denuncia. Su crítica apunta a uno de los problemas que, según él, está lastrando la capacidad de respuesta de la industria europea ante la presión china y el rápido avance de otras regiones en innovación y escalabilidad.

Škoda, bajo el liderazgo de Zellmer, asume con pragmatismo los retos que vienen. La marca seguirá electrificando su gama, apostando por plataformas compartidas dentro del Grupo Volkswagen para contener costes y llegar a un público amplio.

Pero no renunciará a ofrecer otras tecnologías allí donde tenga sentido industrial, económico y ambiental.

Y, sobre todo, no abandonará la premisa que Zellmer ha querido dejar grabada en este momento clave para el sector: el cliente debe ser quien decida. Ni gobiernos, ni fabricantes ni burócratas deben imponer una única solución tecnológica a toda costa.

Este enfoque rompe con el discurso oficial de parte de la industria y de las instituciones, que en algunos casos parecen caminar de la mano hacia un escenario donde solo el eléctrico puro tenga cabida en Europa a partir de 2035.

Zellmer plantea un desafío directo a esa hoja de ruta: el éxito de la transición energética no puede medirse únicamente en función de porcentajes de electrificación, sino en términos de reducción real de emisiones y de aceptación por parte de los consumidores.

Su mensaje resuena como un aviso para el propio sector: quien no escuche al cliente está condenado a perderlo.

Fuente: Entrevista en el Economista.