La compañía está aprovechando la puesta en marcha desde hace una semana para poder recoger todos los datos y mejorar su sistema de conducción autónoma.

Los robotaxis de Tesla, la ambiciosa apuesta de Elon Musk para revolucionar la movilidad urbana, apenas han necesitado seis días para colocarse en el centro de la polémica.
El servicio, que arrancó de forma limitada en Austin, Texas, ha sacado a la luz datos que ponen en entredicho la viabilidad de la conducción autónoma total que Musk lleva años prometiendo.
Tesla ha desplegado entre 10 y 20 unidades del Model Y, equipados con una versión especial del software Full Self-Driving (FSD), dentro de una zona controlada y geográficamente limitada.
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Esta área delimitada impide a los robotaxis enfrentarse a situaciones más complejas como autopistas, aeropuertos o cruces especialmente complicados. Incluso se evita que operen bajo condiciones meteorológicas adversas.
En teoría, el sistema está diseñado para funcionar de manera autónoma, pero con múltiples capas de seguridad añadidas. Cada robotaxi cuenta con un monitor de seguridad humano en el asiento del copiloto, con capacidad para intervenir mediante un interruptor en caso de emergencia.
Además, Tesla ha desplegado vehículos de seguimiento y conductores remotos de apoyo, aunque no en todos los casos. Aun así, estas medidas no han evitado situaciones peligrosas que ya están siendo documentadas por usuarios de Reddit en un hilo que se ha vuelto viral.
Las imágenes y vídeos que acompañan estos reportes son claros: los robotaxis no son infalibles y hay cosas que se pueden mejorar.
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Los errores detectados hasta ahora no son meras anécdotas. Entre los fallos más preocupantes se encuentran maniobras en las que los robotaxis invadieron carriles en sentido contrario, frenazos bruscos sin justificación aparente y decisiones erráticas que pusieron en riesgo la seguridad vial.
Por ejemplo, uno de los incidentes más alarmantes tuvo lugar cuando un robotaxi se detuvo en medio de una intersección tras que el pasajero pulsara el botón de parada, bloqueando el tráfico durante varios segundos hasta que el coche fue liberado.
En otro caso, el sistema no reconoció que un camión de reparto estaba retrocediendo y continuó con su intento de aparcar, siendo necesaria la intervención manual del monitor de seguridad para evitar la colisión.
Estos incidentes confirman un problema que Tesla arrastra desde hace años: el famoso “frenado fantasma”. El sistema de percepción del entorno de Tesla, que depende exclusivamente de cámaras y prescinde de sensores como el radar o el LIDAR, sigue interpretando erróneamente sombras, marcas en la calzada u objetos irrelevantes como amenazas potenciales, lo que activa el freno de emergencia de manera repentina.
Esto no solo genera incomodidad en los pasajeros, sino que, en ciertas circunstancias, puede provocar accidentes por alcance.
El debate en redes sociales está servido. Mientras algunos defienden que estos errores son parte del proceso de desarrollo y que es natural que haya fallos en una fase beta tan temprana, otros consideran inadmisible que un producto con tan alto grado de exposición pública se estrene sin haber resuelto cuestiones de seguridad tan básicas.
Lo más inquietante es que estos incidentes se han producido en condiciones controladas, con una flota muy reducida y con trayectos limitados en tiempo y espacio.
Si los robotaxis de Tesla a día de hoy presentan estos fallos en un entorno tan acotado, la duda es inevitable: ¿qué ocurrirá cuando esta tecnología se despliegue a gran escala y se enfrente a la complejidad del tráfico real?.
Elon Musk no ha dudado en mostrar públicamente su enfado ante algunos de los fallos reportados, especialmente aquellos relacionados con la percepción errónea del entorno por parte de la inteligencia artificial.
El propio Musk ha reconocido que hay aspectos que «hay que corregir» y mantiene su apuesta por tener miles de robotaxis operando en las calles en cuestión de meses.
De hecho, sigue defendiendo que el objetivo es alcanzar el millón de unidades para finales del próximo año, una meta que, a la vista de los acontecimientos recientes, parece tremendamente optimista.
Por otro lado, Tesla ha sido muy selectiva a la hora de permitir el acceso a este servicio. La mayoría de los primeros usuarios son creadores de contenido, entusiastas de la marca y perfiles con una fuerte presencia en redes sociales, lo que ha generado suspicacias sobre la objetividad de sus opiniones.
Algunos de estos influencers han publicado en X que sus trayectos fueron completamente satisfactorios, sin incidencias y con una experiencia cómoda. La controversia se intensifica al analizar la postura de Tesla sobre la recopilación de datos y feedback de los pasajeros.
La compañía asegura que está utilizando estas experiencias para mejorar el sistema, pero los críticos sostienen que la estrategia de Tesla consiste en utilizar a los propios clientes como beta testers en escenarios reales, una práctica que ya ha sido cuestionada en el pasado y que, en este caso, toma una dimensión aún mayor al tratarse de vehículos completamente autónomos que circulan por vías públicas.
En la actualidad, Tesla sigue operando sus robotaxis bajo estrictas limitaciones, pero la compañía ya está preparando una expansión del servicio. Lo preocupante es que los errores observados no son simples bugs que puedan resolverse con una actualización menor de software, sino fallos estructurales en la percepción y en la toma de decisiones del vehículo.
La capacidad del sistema para interpretar correctamente su entorno es, precisamente, la piedra angular de la seguridad en la conducción autónoma. Sin este elemento funcionando de manera fiable, cualquier promesa de autonomía total se convierte en un riesgo tangible.
El robotaxi de Tesla ha dejado claro en estos primeros días que aún no está listo para asumir el papel que la compañía le ha asignado. Invadir carriles, frenar sin motivo, no identificar vehículos en movimiento o detenerse en lugares inadecuados son errores que no pueden aceptarse en un producto que aspira a operar sin supervisión humana.
El hecho de que cada coche necesite un monitor de seguridad capaz de tomar el control de forma manual evidencia que Tesla todavía no ha resuelto las carencias críticas de su sistema.
Lo más polémico de todo es que Tesla sigue empujando este producto al mercado sin reconocer abiertamente que no se trata de un sistema plenamente fiable.
La narrativa de la compañía se centra en presentar los fallos como casos aislados o como parte natural de un proceso de aprendizaje, cuando lo cierto es que algunos errores tienen años de historial en la tecnología de Tesla, especialmente el problema del frenado fantasma.
La pregunta que muchos se hacen es hasta qué punto Tesla está priorizando su ambición comercial por delante de la seguridad de los usuarios y del resto de conductores.
La situación deja sobre la mesa un dilema profundo: ¿es bueno este tipo de pruebas en escenarios urbanos reales?. La polémica está servida y la conversación apenas ha comenzado. Lo que parece indiscutible es que los robotaxis de Tesla están aprovechando la oportunidad para mejorar sus sistema de conducción autónoma.
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