Donald Trump ataca a Jaguar por su anuncio woke y cuestiona a su nuevo CEO

Trump continua su lucha particular contra el coche eléctrico, esta vez arremetiendo con dureza contra Jaguar.

El expresidente de Estados Unidos ha tachado la última campaña publicitaria de la marca británica como “estúpida y totalmente woke”, y no ha dudado en calificarla de “desastre total”.

Su crítica, no se limitó al contenido del anuncio, sino que apuntó directamente a la imagen de marca que Jaguar está intentando construir, preguntándose retóricamente quién querría comprar un coche de la marca después de ver un anuncio “tan vergonzoso”.

Jaguar se encuentra en pleno proceso de transformación, embarcada en una estrategia que ha denominado “Reimagine”, con la que pretende dejar atrás sus raíces tradicionales y renacer como una marca cien por cien eléctrica.

Bajo este nuevo enfoque, la firma presentó el prototipo Jaguar Type 00, que rompe por completo con la estética habitual de la marca, apostando por un diseño minimalista, una gama de colores pastel y un lenguaje visual alejado del lujo británico clásico que la caracterizó durante décadas.

La campaña “Copy Nothing”, pieza central del nuevo rumbo, ha sido el principal detonante de la polémica. En el anuncio no aparece ni un solo coche.

En lugar de eso, se suceden imágenes coloridas, con modelos diversos y una estética más propia del mundo de la moda que del motor.

Los mensajes del spot, como “crea exuberancia”, “vive vívidamente” o “elimina lo ordinario”, pretenden evocar una actitud vanguardista, atrevida, alineada con los valores de una nueva generación.

Sin embargo, muchos han visto en ella una desconexión total con lo que el público espera de una marca como Jaguar.

La reacción ha sido rápida y contundente. Mientras algunos defienden que se trata de una campaña valiente, necesaria para reposicionar la marca y atraer a nuevas audiencias, otros creen que Jaguar ha perdido el rumbo.

Los más críticos, como Trump, consideran que se ha sacrificado la identidad histórica de la firma en favor de una estética vacía, guiada por las modas del momento.

La polémica ha llegado en un momento especialmente delicado para la compañía. En abril de 2025, las ventas globales de Jaguar sufrieron una caída estrepitosa, con una reducción cercana al 97 % respecto al año anterior.

En Europa, por ejemplo, apenas se vendieron 49 unidades en un mes, frente a las más de 1.900 del mismo periodo en 2024.

La empresa ha intentado justificar estas cifras explicando que se encuentran en una etapa de transición entre los modelos actuales y la nueva gama eléctrica, que se espera comience a comercializarse en 2026.

No obstante, los números hablan por sí solos, y los analistas ya se preguntan si este rediseño radical no está teniendo efectos más negativos que positivos.

En medio de esta tormenta, el CEO de Jaguar, Adrian Mardell, anunció su retirada. Aunque desde la compañía se insiste en que su salida ya estaba planificada, y que formaba parte de su acuerdo contractual, la coincidencia con el escándalo ha alimentado todo tipo de interpretaciones.

Trump no ha perdido la oportunidad de vincular su dimisión con el supuesto “caos” que reina en la empresa, sugiriendo que abandonó el barco en uno de los peores momentos de la firma.

El relevo ya está en marcha. A partir de noviembre, P. B. Balaji, hasta ahora director financiero de Tata Motors, tomará las riendas de Jaguar.

En sus primeras declaraciones, ha manifestado que liderar esta marca es un privilegio, y ha mostrado su compromiso con el equipo y con el futuro eléctrico que han trazado.

Su perfil, centrado en la gestión financiera, sugiere que la prioridad será estabilizar las cuentas de la marca mientras se lanza la nueva generación de vehículos eléctricos.

Lo que resulta evidente es que la apuesta de Jaguar no está dejando indiferente a nadie. Su estrategia rompe con todo lo conocido, y eso siempre implica un riesgo.

El problema es que, en este caso, el riesgo se ha traducido en una pérdida de identidad para muchos de sus clientes tradicionales, sin que todavía se hayan materializado los beneficios que podrían llegar con la captación de nuevas audiencias.

A ello se suma el ruido mediático generado por reaccionarios del coche eléctrico como Trump, cuyas declaraciones pueden polarizar aún más la percepción de la marca.

Es posible que Jaguar esté ante uno de los momentos más decisivos de su historia. Si los nuevos modelos eléctricos, previstos para 2026, logran captar la atención y el interés del mercado, este periodo de turbulencias podría verse en el futuro como el precio necesario de una transformación exitosa.

En el fondo, el debate abierto por Jaguar toca cuestiones que van más allá del diseño o de la movilidad eléctrica.

Está en juego la manera en que las marcas históricas deben adaptarse a un nuevo contexto cultural y comercial.

Lo que es innegable es que Jaguar ha optado por arriesgar. Ha decidido no mirar atrás y rediseñarse desde cero, en un intento de anticiparse a un futuro que todavía no ha llegado.

El coste inmediato es alto: críticas virulentas, caída de ventas, un relevo en la dirección y la imagen de una marca que parece haber perdido su brújula.

Pero el beneficio potencial también lo es: convertirse en un referente de la nueva era eléctrica, en una marca con personalidad propia y alejada de lo convencional.

Mientras tanto, personajes tan mediáticos como Donald Trump seguirán buscando cualquier motivo para ir en contra de la movilidad eléctrica.

Su crítica a Jaguar no es solo una opinión sobre un anuncio publicitario, sino una prueba mas de la batalla cultural que sigue marcando el discurso político y social en Estados Unidos.

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