Los camiones eléctricos no pagarán peajes en Alemania hasta 2031

Alemania apuesta por acelerar el abandono del diésel en el transporte pesado, para impulsar un mayor ahorro energético.

El Gobierno alemán ha dado un paso decisivo para consolidar la transformación del transporte de mercancías: los camiones eléctricos de batería seguirán exentos del pago de peajes en las autopistas del país hasta junio de 2031.

Esta medida, que prolonga una normativa especial vigente desde diciembre de 2023, representa mucho más que un simple incentivo económico. Es una apuesta clara sobre el rumbo que tomará el transporte pesado en Alemania durante los próximos años.

La decisión fue aprobada recientemente por el gabinete federal y respaldada por el Bundestag. El Ministerio Federal de Transporte es el responsable de introducir las modificaciones necesarias en la Ley Federal de Peajes en Carreteras Troncales.

Detrás de esta medida hay una intención explícita: acelerar la transición hacia vehículos comerciales libres de emisiones y ofrecer a las empresas del sector una base fiable para planificar inversiones a largo plazo.

El ministro federal de Medio Ambiente, Carsten Schneider, ha sido tajante en su valoración: “El Gobierno Federal ha demostrado una vez más su compromiso con la aceleración del mercado de la electromovilidad.

La extensión de la exención de peajes para camiones eléctricos hasta mediados de 2031 garantiza unas condiciones marco fiables. Si las empresas de transporte invierten ahora en la conversión de sus flotas, se beneficiarán no solo en los próximos seis años, sino también en el futuro”.

La realidad del mercado confirma esta apuesta: desde que se introdujo la exención de peajes en diciembre de 2023, el número de camiones eléctricos en circulación ha crecido de forma notable.

Actualmente, hay cerca de 100.000 vehículos comerciales eléctricos registrados en Alemania, un dato que se ha triplicado desde 2020. La mayoría se utilizan en el reparto de mercancías a nivel regional, donde la autonomía y la infraestructura de recarga son factores ya asumidos por los operadores logísticos.

Pero más allá de los números, el verdadero impulso al sector lo da el ahorro económico que representa la medida. Un camión eléctrico de 40 toneladas, por ejemplo, puede ahorrar hasta 35 céntimos por kilómetro en comparación con su homólogo diésel, gracias a la exención del peaje.

En una operación anual de 120.000 km, esto puede traducirse en un ahorro superior a los 40.000 euros, una cifra que marca la diferencia entre la viabilidad o no de una inversión en tecnología eléctrica.

La estructura del sistema de peajes en Alemania también permite entender mejor la magnitud de este beneficio. Los camiones con motor de combustión pagan entre 15,1 y 51,6 céntimos por kilómetro, dependiendo del peso, el nivel de emisiones contaminantes y la contaminación acústica.

En un trayecto típico de 500 km, un camión diésel puede pagar alrededor de 174 euros solo en peajes. Este coste se suma a los elevados gastos de combustible y mantenimiento, haciendo que el modelo tradicional pierda competitividad rápidamente frente a su alternativa eléctrica.

El argumento técnico ya no es una barrera. Modelos como el Mercedes-Benz eActros 600 demuestran que los camiones eléctricos han alcanzado un nivel de madurez sorprendente.

Este modelo es capaz de recorrer hasta 500 kilómetros reales con una sola carga, una cifra que se ajusta perfectamente al ciclo diario de muchos transportistas.

La normativa de pausas obligatorias para los conductores, que exige una parada de 45 minutos tras 4,5 horas de conducción, encaja también con las capacidades de recarga: con cargadores de 1.000 kW, que ya están siendo desplegados en corredores estratégicos, es posible recuperar el 80% de la batería en ese tiempo.

Para equilibrar las desventajas asociadas al peso de las baterías, se ha autorizado que los camiones eléctricos puedan alcanzar las 42 toneladas de carga total, frente a las 40 de los camiones diésel.

Esta decisión normativa elimina otro de los principales argumentos que esgrimían los detractores de la electrificación en el transporte pesado.

No obstante, el precio de adquisición sigue siendo el principal escollo. Según datos del fabricante MAN, un camión eléctrico puede costar entre 80.000 y 120.000 euros más que un modelo diésel de prestaciones similares.

Esta diferencia se debe al coste de las baterías y a la limitada escala de producción, aunque se espera que esta brecha se reduzca con el tiempo.

La buena noticia es que, con la combinación de exenciones de peaje, subvenciones públicas y menores costes operativos, incluido el mantenimiento, el punto de equilibrio económico puede alcanzarse en menos de tres años. Esto es especialmente relevante para flotas que recorren más de 100.000 km anuales.

El ahorro operativo también juega un papel fundamental. Mientras un camión eléctrico consume de media unos 120 kWh cada 100 km (unos 30-36 euros a precios optimizados), un camión diésel de similares características puede gastar entre 48 y 53 euros por la misma distancia, considerando un consumo de 30-33 litros a un precio medio de 1,60 €/litro.

A esto se añaden los menores costes de mantenimiento del vehículo eléctrico: sin caja de cambios, sin embrague, sin sistema de escape y con menor desgaste de frenos.

Los analistas del sector coinciden en que la decisión de extender la exención hasta 2031 tiene un efecto catalizador: elimina la incertidumbre a medio plazo y ofrece un marco previsible para que las empresas aceleren sus inversiones.

No se trata de una ayuda directa en forma de subvención clásica, pero sí de una renuncia fiscal por parte del Estado que permite dinamizar la transición sin recurrir a prohibiciones ni restricciones impopulares.

El impacto medioambiental también es notable. Un camión diésel medio emite unas 90 toneladas de CO₂ al año. En cambio, uno eléctrico, incluso con la actual mezcla energética alemana, aún parcialmente dependiente de fuentes fósile, reduce esa cifra a la mitad, considerando las pérdidas de carga y el consumo en recarga.

La señal enviada a los fabricantes de automóviles es igualmente clara. Empresas como Mercedes-Benz, MAN, Scania o Volvo han intensificado sus planes para electrificar sus gamas de vehículos pesados.

El respaldo regulatorio del Gobierno, junto con las condiciones de mercado, configura un escenario en el que la electrificación deja de ser una apuesta de futuro y se convierte en la única opción viable desde un punto de vista económico y ambiental.

Como señalaba recientemente Tobias Wagner, camionero y divulgador en redes sociales: “Esto ya está hecho. Quien se compre un diésel nuevo ahora, se está engañando a sí mismo”. Su frase refleja la percepción de buena parte del sector: el cambio ya es irreversible.

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