Portugal da la sorpresa en Europa: casi el 30% de los coches nuevos ya son eléctricos

Los datos de Portugal dejan en evidencia a España, pero también demuestran que el cambio hacia la movilidad eléctrica es posible en el sur de Europa.

Septiembre de 2025 pasará a la historia como el mes en que Portugal cambio las reglas del juego en la automoción.

Por primera vez, los coches 100 % eléctricos no solo dejaron atrás a los diésel, ni a los gasolina, ni a los híbridos: fueron la motorización más vendida del país, con una cuota de mercado del 29,3 %.

Un dato que no solo confirma el ascenso del vehículo eléctrico, sino que posiciona a Portugal como uno de los países del sur de Europa líderes en transición energética.

La revolución eléctrica no llegó sola: los híbridos eléctricos también conquistaron una porción destacada del mercado, con un 20,3 %, seguidos de cerca por los híbridos enchufables, que representaron un 18,3 % de las matriculaciones.

En el otro extremo, las motorizaciones tradicionales viven una retirada progresiva. Los coches de gasolina se quedaron con un 17,3 % del mercado, mientras que el diésel, que hace apenas una década era el motor predominante en las carreteras lusas, se desplomó hasta un marginal 6,7 %.

Este vuelco histórico no se explica solo en clave de preferencia personal o moda: responde a una combinación de factores que van desde los incentivos fiscales hasta el fortalecimiento de la infraestructura de recarga, pasando por una conciencia ecológica cada vez más arraigada y políticas públicas que empujan sin rodeos hacia una movilidad más sostenible.

La comparación con España en el mismo mes de septiembre de 2025 no deja lugar a dudas: Portugal ha tomado la delantera en la carrera hacia la descarbonización del transporte.

Mientras el país luso celebra un liderazgo absoluto de los coches 100 % eléctricos, con una cuota de mercado del 29,3 %, en España esta tecnología alcanzó un 11,9 %, a pesar de marcar un récord histórico.

En España, la motorización más vendida sigue siendo la híbrida convencional (HEV), que dominó con un 41,4 % de las matriculaciones, muy por encima de cualquier otra alternativa.

Le siguieron los vehículos de gasolina, con un 23,6 %, y los eléctricos, que apenas se colaron en el tercer lugar. El diésel continúa su descenso con solo un 5,3 % de cuota.

Estos datos reflejan dos velocidades distintas en la transición energética del sector automovilístico. Portugal no solo ha abrazado la electrificación total con más decisión, sino que ha logrado que los eléctricos puros superen a todas las demás motorizaciones.

En cambio, en España persiste una tendencia más conservadora: el híbrido como tecnología de transición sigue siendo la opción favorita, mientras que el eléctrico puro no termina de despegar, a pesar de los avances en infraestructura y las ayudas estatales.

Los motivos de está diferencia entre países vecinos son varios. En España la presión mediática es feroz en contra del vehículo eléctrico, los titulares son sensacionalistas tanto de los medios generalistas como los del sector del motor.

Por otro lado, las ayudas en Portugal y la unidad de los partidos políticos para dar el paso a una mayor independencia energética del ciudadano es unánime.

Detrás del espectacular ascenso del coche eléctrico en Portugal no hay magia, sino estrategia. La administración portuguesa ha diseñado un paquete de ayudas e incentivos fiscales que no solo reducen el precio de acceso al vehículo eléctrico, sino que además refuerzan la confianza de los consumidores en que están tomando una decisión económica inteligente y alineada con el futuro.

Para los particulares, la pieza central es la ayuda directa de 4.000 euros ofrecido a quienes adquieran un vehículo 100 % eléctrico nuevo.

Además, las entidades sociales, como las Instituciones Privadas de Solidaridad Social (IPSS), tienen acceso a una ayuda de 5.000 euros por vehículo eléctrico, una medida que también busca descarbonizar el transporte institucional y de asistencia.

El Fondo Ambiental, encargado de gestionar estas ayudas, ha dispuesto un presupuesto total de 13,5 millones de euros para 2025, y las solicitudes se atienden por orden de llegada hasta que se agotan los fondos.

Pero los beneficios no terminan ahí. A nivel fiscal, Portugal ha puesto la alfombra verde para los compradores de eléctricos.

Los vehículos 100 % eléctricos están exentos del Impuesto sobre Vehículos (ISV), lo que reduce notablemente su coste de matriculación.

También están exentos del Impuesto Único de Circulación (IUC), lo que implica un ahorro anual recurrente que los usuarios valoran especialmente.

En el ámbito empresarial, los incentivos son aún más atractivos: las empresas y los autónomos pueden deducir el 100 % del IVA en la compra, importación, arrendamiento o incluso conversión de un vehículo eléctrico, siempre que el coste sea igual o inferior a 62.500 euros.

Además, también pueden deducir el IVA de la electricidad usada en la carga de estos vehículos. Y por si fuera poco, los eléctricos también están exentos del llamado “impuesto de autónomos”, lo que convierte a estos modelos en una opción fiscalmente imbatible para las flotas corporativas.

Estas medidas han creado un entorno en el que pasarse al eléctrico no solo es una decisión ecológica, sino también económicamente ventajosa.

Y los resultados están a la vista: récord tras récord, Portugal demuestra que cuando hay voluntad política y coherencia fiscal, el cambio de modelo no solo es posible, sino imparable.

En contra partida, mientras Portugal impulsa su transición con un sistema de ayudas rápido, directo y fiscalmente atractivo, en España el panorama es bien distinto.

El Plan MOVES, la principal herramienta estatal para fomentar la compra de vehículos eléctricos, acumula críticas por su lentitud, burocracia y falta de agilidad.

En España los compradores se enfrentan a largos plazos de espera para cobrar las ayudas, que en muchos casos superan el año.

Además, el procedimiento varía en función de cada comunidad autónoma, lo que genera confusión, desigualdad territorial y frustración en los usuarios.

La situación se ha agravado por la falta de coordinación entre el Estado y las autonomías, que muchas veces tardan meses en convocar los fondos asignados.

Como resultado, miles de compradores se ven obligados a adelantar el importe completo del vehículo eléctrico sin saber cuándo recuperarán la subvención prometida, que puede llegar a los 7.000 euros en el caso de particulares.

El resultado es visible: mientras Portugal logra que casi un 30 % de sus matriculaciones sean coches eléctricos, España apenas roza el 11,9 %, y sigue dependiendo de los híbridos convencionales como tecnología intermedia.

Está claro que Portugal se ha puesto al frente de la movilidad eléctrica en la Península Ibérica, pero esta sana rivalidad demostrará que el cambio a la nueva movilidad también puede llegar al sur de Europa.

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