Las baterías de los coches eléctricos duran más de lo que se creía

Un estudio de la firma sueca Kvdbil revela que la mayoría de los coches eléctricos conservan más del 90% de su capacidad.

Durante años, uno de los grandes temores asociados a la compra de un coche eléctrico ha sido la durabilidad de su batería.

Sin embargo, un nuevo estudio realizado por la empresa sueca Kvdbil, especializada en la compraventa de coches de segunda mano, arroja una conclusión completamente distinta: la gran mayoría de los vehículos eléctricos retienen una capacidad de batería sorprendentemente alta incluso tras años de uso y cientos de miles de kilómetros.

Kvdbil ha hecho este análisis centrándose en un indicador clave: el llamado “State of Health” (SoH), o Estado de Salud de la batería.

Este parámetro mide cuánta capacidad útil conserva una batería respecto a cuando el coche era nuevo. El resultado global es revelador: el 80% de los coches analizados mantienen al menos el 90% de su capacidad original. Un dato que derriba muchos de los argumentos utilizados contra el coche eléctrico.

En el ranking de modelos con mejor comportamiento, el líder absoluto ha sido el Kia EV6, que mostró la menor degradación en toda la muestra.

Le siguen de cerca el Kia e-Niro y el Tesla Model Y, lo que pone en evidencia que algunas marcas han dado con una fórmula más eficaz para la gestión y conservación de las baterías.

También aparecen otros modelos como el Opel Mokka-e, Mazda MX-30, Audi Q4 e-tron, Fiat 500e, Volvo XC40 Recharge, Citroën ë-C4 y el Volkswagen ID.4.

Este resultado no solo es llamativo por lo que confirma, sino también por lo que cuestiona. Por ejemplo, el hecho de que el KIA EV6 encabece el ranking podría parecer lógico: cuenta con una batería de calidad y un sistema de gestión térmica avanzado.

Sin embargo, resulta más difícil de entender por qué otros modelos técnicamente similares, como el Hyundai Ioniq 5, que comparte plataforma y tecnología, no figuran en la lista.

Lo mismo ocurre con el Tesla Model 3, ausente entre los diez primeros, a pesar de su popularidad y arquitectura de batería similar a la del Model Y. Esto invita a pensar que hay más variables en juego de lo que se suele considerar a primera vista.

Y precisamente eso es lo que subraya el propio Martin Reinholdsson, gerente de pruebas en Kvdbil. En declaraciones recogidas tanto en medios suecos como en publicaciones especializadas, señala que la degradación de las baterías no puede atribuirse a una marca o modelo concretos, sino a un conjunto de factores que incluyen el uso, el clima, el estilo de conducción y los hábitos de carga.

Según sus palabras: «No está vinculado a un fabricante típico. Es más una cuestión de desgaste. Edad, clima, estilo de conducción y hábitos de carga: todos juegan un papel importante en el estado de salud de la batería.”

Uno de los aspectos más relevantes del estudio es que no se basa en simulaciones de laboratorio, sino en datos reales procedentes del mercado de ocasión.

Los coches analizados han estado en circulación durante años y han recorrido decenas o cientos de miles de kilómetros.

Aunque el informe no especifica el kilometraje exacto de cada vehículo, estudios anteriores manejaban cifras promedio de entre 100.000 y 150.000 kilómetros.

Y aun así, los resultados muestran una retención de capacidad superior al 90% en la mayoría de los casos. En otras palabras, muchos de estos coches siguen funcionando casi como el primer día.

Esta realidad también tiene implicaciones directas para el mercado de segunda mano. El miedo a tener que reemplazar la batería, con un coste que puede ascender a varios miles de euros, es una de las principales barreras que encuentra el comprador potencial.

Sin embargo, lo que refleja este estudio es que dicho miedo, al menos en la mayoría de los casos, no está justificado. Lejos de encontrarse con un coche “muerto”, el comprador de un eléctrico usado puede acceder a un vehículo que conserva su autonomía y rendimiento casi intactos.

El informe también aborda algunas de las prácticas recomendadas para preservar la salud de la batería a largo plazo. Entre ellas, destacan evitar cargas por encima del 80% de forma habitual, no exponer el coche a temperaturas extremas, y reducir el uso de carga rápida en la medida de lo posible.

Si bien estas sugerencias ya son conocidas por buena parte de los usuarios, el estudio les otorga una nueva dimensión al demostrar con datos su efectividad real.

No obstante, hay aspectos que siguen en discusión. Por ejemplo, el papel de la carga rápida. Algunos estudios previos han mostrado que, incluso en flotas sometidas a cargas rápidas diarias, la degradación de la batería no era significativamente distinta de la de coches que solo utilizaban carga lenta.

Esto indica que la incidencia de la carga rápida puede depender del modelo, del tipo de batería y de su sistema de refrigeración. En este sentido, lo que Kvdbil y Reinholdsson destacan es que “la edad y el kilometraje no se pueden evitar, pero muchos de los otros factores sí están bajo el control del usuario”.

Otro dato interesante es la comparación con otros estudios similares. Por ejemplo, el distribuidor británico RSEV presentó a principios de año un informe que mostraba una media del 90% de capacidad restante tras 90.000 millas (unos 145.000 km).

La degradación más pronunciada se producía en los primeros dos años, para luego estabilizarse. En vehículos que han superado las 200.000 e incluso 300.000 millas (más de 480.000 km), la batería aún mantenía el 80% de su capacidad inicial.

Esta convergencia entre datos de diferentes estudios refuerza la credibilidad de las conclusiones y apunta hacia una realidad más robusta de lo que muchos imaginaban.

Ahora bien, si la tecnología ya permite tal resistencia, ¿por qué persiste la percepción de que las baterías de los coches eléctricos se deterioran rápidamente? Aquí entra en juego un elemento crucial: la comunicación.

Muchos fabricantes no han sabido trasladar con eficacia este mensaje al público general. Como bien apunta uno de los artículos analizados, hay un claro fallo de marketing y educación.

A esto se une, los bulos y ataques mediáticos, siempre orquestados por intereses económicos, que lógicamente ven al coche eléctrico como una amenaza. Ya sabemos que la movilidad eléctrica, solo beneficia al bolsillo de los usuarios.

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